FRENO A LAS INVESTIGACIONES DEL DOCTOR PATARROYO

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Justicia colombiana prohíbe a Patarroyo usar monos para su vacuna de malaria
El inventor de la vacuna de la malaria, el colombiano Manuel Elkin Patarroyo, no podrá seguir experimentando su antídoto con monos amazónicos, según una sentencia judicial que se traduce en la paralización de sus investigaciones tras 32 años.
Albert Traver
Bogotá, 14 jul.- El inventor de la vacuna de la malaria, el colombiano Manuel Elkin Patarroyo, no podrá seguir experimentando su antídoto con monos amazónicos, según una sentencia judicial que se traduce en la paralización de sus investigaciones tras 32 años.

Con esta decisión, un juzgado de Cundinamarca, con sede en Bogotá, dio la razón a dos ecologistas de la asociación Entropika, que acusan al investigador de tráfico de animales por utilizar monos capturados al otro lado de la frontera colombiana.

La sentencia entró en vigor este viernes, cuando fue clausurado el laboratorio que Patarroyo tenía desde hace tres décadas en Leticia, una localidad en plena Amazonía y fronteriza con Perú y Brasil.

Allí, en plena selva y con una línea divisoria difusa, el investigador trabajaba con monos nocturnos de la especie Aotus, con un ADN similar al de los humanos.

La prohibición supone un gran golpe para Patarroyo, que se encontraba en la recta final de sus investigaciones, según confesó en una entrevista con Efe.

"Estamos muy cerca, y cuando digo muy, es mucho", indicó este doctor que ha dedicado su vida a la investigación de la malaria y otras enfermedades contagiosas.

"La vacuna para monos teníamos planeado terminarla a finales de este año o principios del que viene y como los monos tienen un sistema idéntico a los humanos, en estos estaría como un tiro", agregó.

Patarroyo defiende que el fallo judicial responde a "intereses oscuros", ya que hace seis años que los ecologistas de Entropika están detrás de su laboratorio y, a su juicio, "desafortunadamente la justicia cayó en la trampa".

Con datos en la mano, el científico detalló que cada año mueren por malaria en el mundo cerca de dos millones de personas, más de la mitad niños, y "la carrera de la muerte no cesa", lamentó ante la demora que causará este fallo y los diferentes cierres temporales que ha sufrido desde 2005.

En el mundo "muere un niño cada 30 segundos, que carguen en su conciencia con lo que están haciendo", sentenció Patarroyo.

Como consecuencia del fallo, el investigador colombiano ha recibido el apoyo de la comunidad científica, así como de los pueblos indígenas que habitan la zona amazónica en la que desarrolla su trabajo.

Los directivos de la de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional expresaron, en un comunicado, su "preocupación" por las "dificultades jurídicas" que afronta Patarroyo.

Además, las autoridades indígenas aticoya y azcaita han prohibido la entrada en sus territorios ancestrales a los miembros de Entropika y, en concreto, a una de sus activistas, Angela Maldonado, a la que acusan de "abusar de la buena fe" de las comunidades y de "falsas afirmaciones" contra Patarroyo.

No es el único revés que ha recibido el descubridor en 1987 de la primera vacuna contra la malaria, denominada SPF-66, pues la aportación económica del Estado colombiano a su investigación ha descendido en los últimos años hasta niveles irrisorios al situarse en cerca de 180.000 dólares en 2012.

Con esa aportación, junto a las recibidas por la Agencia Española de Cooperación (AECID) y el Gobierno del País Vasco, Patarroyo ha sacado adelante en estos años la Fundación Instituto de Inmunología de Colombia (FIDIC), en la que emplea a unas 70 personas.

Patarroyo anunció que apelará al fallo del tribunal para poder reabrir lo antes posible su laboratorio amazónico y conseguir la vacuna definitiva de la malaria.

DEFORESTACIÓN Y MALARIA, UNA RELACIÓN LETAL

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Por: José Álvarez Alonso

Un estudio publicado en la revista ‘American Journal of Tropical Medicine’ muestra lo que muchos sospechaban: que la malaria prolifera en zonas deforestadas. Efectivamente, al contrario de lo que piensa alguna gente, el mosquito de la malaria (Anopheles spp., en Loreto, A. darlingi) no habita en bosque primario (“monte alto) sino en áreas degradadas, incluyendo zonas urbanas. El citado estudio fue realizado en el área de la carretera Iquitos – Nauta, y mostró que el número de picaduras del mosquito era 278 veces más alta en las zonas deforestadas que en las zonas con buena cobertura boscosa.
El resultado del estudio es consistente con otros realizados anteriormente en Brasil, que también muestran la relación positiva que existe entre la malaria y la deforestación. Esto es debido al incremento de los lugares apropiados para que se reproduzcan los mosquitos transmisores.
La malaria había sido virtualmente extirpada de la región amazónica a fines de los años 60, y los investigadores afirman que la reaparición de en los años 90 se debió probablemente al incremento de la deforestación en torno a las ciudades y poblados, ya que se ha comprobado que las epidemias de malaria explosionan unos 10-15 años después de la ola más intensa de deforestación (en el caso de la carretera Iquitos – Nauta, inducida a fines de los 80 por los créditos “chicha” del primer gobierno aprisa, y el caso de Brasil, con la apertura de la carretera Transamazónica y las políticas de colonización de la Amazonía).
La malaria es la enfermedad que más personas mata en el Mundo , con más de 1′,200,000 personas al año; además de eso causa indecibles sufrimientos y atraso económico a las poblaciones afectadas, generalmente poblaciones marginales en países tropicales y subtropicales. Millones de horas hombre son perdidas cada año por causa de la malaria, que debilita a los enfermos hasta tal punto que les impide trabajar.
En zonas endémicas de Loreto he sido testigo de casos en que algunas personas han sido contagiadas por malaria hasta cuatro o seis veces por año, dejando de trabajar dos o tres meses al año. Yo mismo la he “disfrutado” varias veces, felizmente sin más consecuencias que el indoloro pero debilitante tratamiento, y la certeza de que la llevo dentro para el resto de mis días, y aparecerá de nuevo cuando mis defensas bajen.
Los autores del estudio en el área de Iquitos determinaron que el porcentaje de áreas deforestadas (incluyendo zonas de cultivos anuales, purmas jóvenes y pastizales) es determinante para la tasa de picaduras “infectantes” (aquéllas en que el mosquito transmite efectivamente la enfermedad): de este modo, han calculado que en una zona con más del 35% del área deforestada, se producirían 38 picaduras infectantes por persona y año; en una zona con 15-35% del área deforestada se producirían 11 picaduras infectantes por persona y año; y en una zona con 2-15% del área deforestada se producirían 8 picaduras infectantes por persona y año; y en zonas con menos del 2% de área de forestada se producirían 0.1 picaduras infectantes por persona y año, lo que es casi como decir nulas posibilidades de contraer la enfermedad.
Los autores afirman que la mejor forma de combatir la malaria en zonas endémicas, como es el caso de la carretera Iquitos – Nauta, donde se realizó el estudio, es controlar la deforestación, promoviendo el manejo del bosque y los sistemas agroforestales integrales, lo que a su vez contribuirá a evitar emisiones de carbono por tala y quema de vegetación, y por tanto a mitigar el cambio climático, y contribuirá a conservar la biodiversidad. Algo a tener muy en cuenta en Loreto a la hora de promover el desarrollo “agrario” de forma indiscriminada y sin ordenamiento territorial, con inversiones orientadas frecuentemente a cultivos muy poco rentables, en parcelas que terminan siendo abandonadas una vez perdida la escasa fertilidad inicial luego de la tala y quema del bosque.
Se informa que el Gobierno Regional va a impulsar, por fin, el otorgamiento de créditos para manejo forestal comunitario, lo que no sólo sería mucho más sostenible (económica, social, ambientalmente) sino que ayudaría a controlar la malaria, como se ha visto, y a cumplir los compromisos del Perú en mitigación del cambio climático. El bosque de muchas comunidades, por más que haya sido “descremado”, posee ingentes recursos con potencial de mercado, además de las maderas duras, todavía abundantes en Loreto y con creciente demanda. Este sería el primer producto con mercado asegurado, junto con algunos otros con mercado local o nacional, como hojas de irapay, fibras de chambira, y frutos de ciertas palmeras (aguaje, yarina, ungurahui), entre otros.
Se requiere, sin embargo, inversión substancial para el desarrollo de nuevos productos para los mercados internacionales. Se sabe del enorme potencial que tienen algunas especies de palmeras abundantes todavía en nuestros bosques (cientos de millones de individuos en conjunto), como la yarina (para tagua o marfil vegetal), el ungurahui, el aguaje, el shebón y la shapaja, entre otras. Pero eso será tema de otro artículo.

Malaria: cifras impresionantes


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La malaria no es cualquier enfermedad. Para los países africanos más desfavorecidos, por ejemplo, representa un enorme peso sobre sus economías. Las cifras producen escalofríos: 90% de las 655.000 muertes provocadas por la enfermedad en 2010 ocurrieron en ese lugar del mundo, arrastrando con ella la productividad y los recursos del sector público y privado.

Según un estudio firmado por el economista Jeffrey Sachs la enfermedad supone un “impuesto al crecimiento” de 1,3% en los Estados afectados, especialmente aquellos al sur del Sahara (excepto Sudáfrica).

En Nigeria, el país con mayor población y el mayor productor de petróleo, la malaria es responsable de 25 días de trabajo perdidos por persona por año, o dos días al mes. Algunos faltan al trabajo por estar enfermos; otros porque tienen que cuidar a familiares que la contrajeron.

En Zambia, es la primera causa de ausentismo. Allí las personas se toman más días por la malaria que por enfermedades relacionadas con el HIV. En ese país la enfermedad consume 40% del presupuesto de salud.

Pero hay rayos de esperanza en el continente negro. El número de muertes por malaria ha caído dramáticamente en la última década debido a un aumento del gasto público en insecticidas, mosquiteros para camas y remedios. Además la vacuna, que no ha sido siempre efectiva contra un parásito que sabe cómo adaptarse, podría finalmente llegar a la gente gracias a una droga experimental de GlaxoSmithKline que podría prevenir que los niños contraigan la enfermedad.

Inclusive antes de la aparición de una vacuna muchas compañías africanas ya descubrían los beneficios de invertir en cuidar a su fuerza de trabajo de esta enfermedad. Los buenos resultados impulsaron a los gobiernos a tomar iniciativas parecidas.

En Ghana, por ejemplo, la empresa AngloGold Ashanti lanzó una campaña para promover el uso de mosquiteros, insecticidas y otras drogas para detener las infecciones. El número bajó de 79.237 en 2005 a un impresionante 16.000 en 2008. El programa costó solo US$ 1,3 millones. En el mismo periodo las facturas de hospitales de la empresa bajaron de US$ 55.000 a US$ 9.800 por mes. Los días de trabajo perdido también se redujeron de 6.983 a 282.

Para las empresas combatir la malaria no es ya una cuestión humana sino una decisión estratégica con sentido financiero. Eso explica que el modelo de Ghana se haya extendido a otras comunidades como las del Congo, Tanzania, Mali y Guinea. Eso representa más de 500.000 personas bajo la protección de AngloGold Ashanti.

La crisis financiera en Europa ha paralizado los flujos de dinero hacia los fondos para combatir HIV, tuberculosis y malaria, lo que pone en peligro muchos de los logros obtenidos. Afortunadamente los gobiernos se han dado cuenta de que, desde un punto de vista económico, también tiene sentido poner en marcha sus propios programas. En una región que crece a un ritmo de 5,4% cada año combatir la malaria podría elevar la cifra a los 7 puntos. La aparición de una vacuna podría ser la salvación de la región más pobre del mundo.