DEFORESTACIÓN Y MALARIA, UNA RELACIÓN LETAL

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Por: José Álvarez Alonso

Un estudio publicado en la revista ‘American Journal of Tropical Medicine’ muestra lo que muchos sospechaban: que la malaria prolifera en zonas deforestadas. Efectivamente, al contrario de lo que piensa alguna gente, el mosquito de la malaria (Anopheles spp., en Loreto, A. darlingi) no habita en bosque primario (“monte alto) sino en áreas degradadas, incluyendo zonas urbanas. El citado estudio fue realizado en el área de la carretera Iquitos – Nauta, y mostró que el número de picaduras del mosquito era 278 veces más alta en las zonas deforestadas que en las zonas con buena cobertura boscosa.
El resultado del estudio es consistente con otros realizados anteriormente en Brasil, que también muestran la relación positiva que existe entre la malaria y la deforestación. Esto es debido al incremento de los lugares apropiados para que se reproduzcan los mosquitos transmisores.
La malaria había sido virtualmente extirpada de la región amazónica a fines de los años 60, y los investigadores afirman que la reaparición de en los años 90 se debió probablemente al incremento de la deforestación en torno a las ciudades y poblados, ya que se ha comprobado que las epidemias de malaria explosionan unos 10-15 años después de la ola más intensa de deforestación (en el caso de la carretera Iquitos – Nauta, inducida a fines de los 80 por los créditos “chicha” del primer gobierno aprisa, y el caso de Brasil, con la apertura de la carretera Transamazónica y las políticas de colonización de la Amazonía).
La malaria es la enfermedad que más personas mata en el Mundo , con más de 1′,200,000 personas al año; además de eso causa indecibles sufrimientos y atraso económico a las poblaciones afectadas, generalmente poblaciones marginales en países tropicales y subtropicales. Millones de horas hombre son perdidas cada año por causa de la malaria, que debilita a los enfermos hasta tal punto que les impide trabajar.
En zonas endémicas de Loreto he sido testigo de casos en que algunas personas han sido contagiadas por malaria hasta cuatro o seis veces por año, dejando de trabajar dos o tres meses al año. Yo mismo la he “disfrutado” varias veces, felizmente sin más consecuencias que el indoloro pero debilitante tratamiento, y la certeza de que la llevo dentro para el resto de mis días, y aparecerá de nuevo cuando mis defensas bajen.
Los autores del estudio en el área de Iquitos determinaron que el porcentaje de áreas deforestadas (incluyendo zonas de cultivos anuales, purmas jóvenes y pastizales) es determinante para la tasa de picaduras “infectantes” (aquéllas en que el mosquito transmite efectivamente la enfermedad): de este modo, han calculado que en una zona con más del 35% del área deforestada, se producirían 38 picaduras infectantes por persona y año; en una zona con 15-35% del área deforestada se producirían 11 picaduras infectantes por persona y año; y en una zona con 2-15% del área deforestada se producirían 8 picaduras infectantes por persona y año; y en zonas con menos del 2% de área de forestada se producirían 0.1 picaduras infectantes por persona y año, lo que es casi como decir nulas posibilidades de contraer la enfermedad.
Los autores afirman que la mejor forma de combatir la malaria en zonas endémicas, como es el caso de la carretera Iquitos – Nauta, donde se realizó el estudio, es controlar la deforestación, promoviendo el manejo del bosque y los sistemas agroforestales integrales, lo que a su vez contribuirá a evitar emisiones de carbono por tala y quema de vegetación, y por tanto a mitigar el cambio climático, y contribuirá a conservar la biodiversidad. Algo a tener muy en cuenta en Loreto a la hora de promover el desarrollo “agrario” de forma indiscriminada y sin ordenamiento territorial, con inversiones orientadas frecuentemente a cultivos muy poco rentables, en parcelas que terminan siendo abandonadas una vez perdida la escasa fertilidad inicial luego de la tala y quema del bosque.
Se informa que el Gobierno Regional va a impulsar, por fin, el otorgamiento de créditos para manejo forestal comunitario, lo que no sólo sería mucho más sostenible (económica, social, ambientalmente) sino que ayudaría a controlar la malaria, como se ha visto, y a cumplir los compromisos del Perú en mitigación del cambio climático. El bosque de muchas comunidades, por más que haya sido “descremado”, posee ingentes recursos con potencial de mercado, además de las maderas duras, todavía abundantes en Loreto y con creciente demanda. Este sería el primer producto con mercado asegurado, junto con algunos otros con mercado local o nacional, como hojas de irapay, fibras de chambira, y frutos de ciertas palmeras (aguaje, yarina, ungurahui), entre otros.
Se requiere, sin embargo, inversión substancial para el desarrollo de nuevos productos para los mercados internacionales. Se sabe del enorme potencial que tienen algunas especies de palmeras abundantes todavía en nuestros bosques (cientos de millones de individuos en conjunto), como la yarina (para tagua o marfil vegetal), el ungurahui, el aguaje, el shebón y la shapaja, entre otras. Pero eso será tema de otro artículo.